jueves, 23 de febrero de 2012

Ni en las hojas secas que caen de los árboles...

El amor no es la pretensión de la felicidad a cada instante, porque puedes terminar decepcionándote. El amor no está en las flores, ni en el azul del cielo, ni en el mar, ni en el canto de los pájaros, ni en las hojas secas que caen de los arboles. El amor no requiere de grandes actos que le salven. Sin embargo el amor necesita ser apreciado en cada error, en cada lágrima, en cada beso. 

Todo el mundo sufre, inevitablemente. Se nos da mejor sufrir, que cualquier otro sentimiento.  Y olvidamos que la vida es como una ecuación perfecta que se balancea a si misma constantemente. Y a tu felicidad le corresponde un valor tanto como a tu dolor o a tu tristeza. Y a pesar de que el balance de tu tristeza con respecto a tu felicidad esté representado por valores desiguales que parecen no corresponder en equivalencia. Sí son equivalentes y lo más importante inversamente proporcional en sus diferencias. Y es que el amor más intenso, es el que más duele. El más grande, el que no claudica. El más hermoso, el que se reinventa mil veces y te hace escribir poesías, estrofas, poemas, hacer locuras o tonterías; simplemente cosas que quien no goza o sufre de ese estado, no se plantearía el hacerlo.

Y entonces la belleza de todo cuanto te rodea cambia cuando quien dice amarte intenta explicarte como se acaba el amor. Es como si las cosas que hacen que la vida mereciese la pena se borrasen de golpe, es como si la mentira cobrará vida y tuvieses que plantearte dejar de creer en dios. El fin de los viajes a la luna, el sol opaco, es la espera infinita de quien a tu mitad se ajusta, es ver cómo se arruga tu alma. Es buscar el amor en las flores, en el azul del cielo, en el mar, en el canto de los pájaro, en las hojas secas que caen de los arboles... Suceda lo que suceda, no intenten comprender lo inexplicable de esa situación, porque entonces ya más nunca volverán a confiar en nadie y mucho menos volverán a creer en el amor...