Dicen que todo lo que sucede, sucede por alguna razón. Pero al parecer no todas las cosas en la vida tienen una explicación o puede que simplemente algunas de esas cosas, escapen de las manos de Dios o de cualquier otro ser, en el que hubieres podido depositar tu fe, sin importar cuál pueda ser tu religión.
Y puede que no todos tengamos una razón de peso para hacer lo que hacemos, pero a quien le importan esas razones ni lo que hacemos, si no vas a hacer del mundo un lugar mejor. Qué tanto importan esas razones si no van a estar a la altura del esfuerzo. Ahora lo entiendo, nunca fue la meta, siempre fue el camino y ciertamente todo lo que sucede, sucede por alguna razón, tal cual el propósito de mi existencia y el parecido entre el destino y el libre albedrío.
La existencia en sí misma es un propósito, incluso por encima de lo divino y que de por sí ya justifica la vida y el uso de la razón. Así que: Si mi propósito era amarle bien podría decir que eso ya lo había conseguido, pero como lo importante NO es la meta, es el camino. Encontré en sus ojos, más que propósito o destino. Encontré la razón y el libre albedrío.
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