miércoles, 8 de agosto de 2012

La juventud, el amor y la vía láctea.




Dicen que la juventud es un defecto que con el tiempo se corrige, será por eso que no temo demasiado a la vejez. Vivir es algo que me toca hacer cada día para ver morir ese día veinticuatro horas después. Estoy tan acostumbrado a ello que ya no me entristece. Solo me enerva de lo vivido hasta hoy, qué todos aquellos que dicen comprenderme me conviden a renunciar, a indefinirme constantemente. Como si fuese un paria, como si lo más importante de vivir fuese mantener en mi cara una sonrisa perenne. Pretendiendo alienar la fe de un amor, dentro de mi en ciernes.

Y es que para amar no se necesita mucha destreza, no tiene que ver con palabras románticas, ni con que la vida sea bella. Hasta un tonto puede enamorarse, probablemente ahí radique del amor su grandeza. Es el motivo por el que respiras, lloras, sonríes, la razón que nos permite vivir con exuberancia nuestras alegrías y penas. Si nada de lo anterior te parece suficiente y después de todo, te sientes incapaz de amar. Te deberían condenar a vivir eternamente en este planeta, hasta que aprendieras. Aunque si te sirve de consuelo no tendrás que esperar mil años, la mayoría de los que conozco lo han logrado antes de los cuarenta. Y no importa lo que te resistas, porque el amor siempre llega.

A veces simplemente voy caminando por mi ciudad y me veo en cada grafiti que esconde un mensaje de amor garabateado en una pared. A veces simplemente me alejo, pero al parecer solo lo hago de mi mismo porque siempre termino donde empecé. A veces solo a veces no pienso en ella, pero creo que siempre la amaré. Hace tiempo comprendí que el amor puede ser una mierda, si quien te ama, para amarte sigue reglas. Si te vale cualquier excusa para no intentar romperlas, si amas para olvidar después.



El origen de la vía láctea.
Pintor: Jacopo Tintoretto.