lunes, 18 de abril de 2011

Un millón de razones.







Y las lágrimas se hicieron las peregrinas más frecuentes en sus mejillas, justo donde sus besos habitaban. Y se marchó muy lejos, tan lejos dentro de sí mismo que las mil formas que ella encontraba de no quererle, para él no significaban nada.  Y continuó hasta donde la ilusión se pierde y el corazón y el alma rotos tienen sueños compartidos, el único sitio donde el amor tiene la cualidad de ser eterno y los besos poseen un valor infinito. 

Y así, hasta donde no se escucharan los murmullos, solo acompañado de sus angustias, fantasmas y delirios. Se marchó a ningún lugar esperando que un milagro se obrara o que todo terminara, contando un tiempo que se le hacía eterno entre lágrimas y suspiros. Y se hundió en su soledad mientras la tristeza plegaba sus alas . Y allí se inventó más de mil maneras de amarla. Y en el amor encontró la soledad y en tanta devoción razones para que su corazón no volara. Y continuó esperando aquel día que no llegaba. Hasta que su fantasma le abandonara o su corazón roto no le dejase continuar. 

Deberían haber cientos de razones por las que no amarla, más no las encontró, por más que otros se las enumeraran. Deberían haber miles de razones por las que olvidarla y tampoco las consideró. Deberían haber un millón de excusas para no hacer nada y en cambio él no ha dejado de intentarlo nunca, más bien parece que fuere su musa o que por ella todo haga. Tantos millones de razones y excusas contra una sola y contundente verdad, que todavía le ama. Y unos padres que le enseñaron que una buena razón, es como una buena causa, no se abandona ni se renuncia. 

Como ves, no necesito razones para amarte. Al parecer hay cosas que nunca cambian. 

LPF.01f85