domingo, 19 de junio de 2011

Soy valiente, aunque a veces temo...

Lo primero a lo que nos enseñan en esta vida es a sentir miedo. La base de la educación del ser humano es la misma que para cuando te compras un perro, castigo por lo mal hecho y recompensa por lo correcto. Por eso la cobardía no es un  sentimiento innato, si no que van siendo adquiridos con el tiempo. Y así pasamos la primera parte de nuestra vida, primero temiendo a las consecuencias del castigo y así el miedo pasa a  convertirse en algo casi congénito, aunque no imposible de controlar. 

Tenemos miedo a perder el trabajo, tenemos miedo a perder nuestra casa, tenemos miedo a perder nuestro dinero. Y mientras menos tenemos, más a perder tememos. Y a lo único que no tenemos miedo, es a perder el tiempo. Tenemos miedo a perder la persona que amamos, tememos enamorarnos, tememos al fracaso, tenemos miedo a perder un miembro de nuestro cuerpo, tememos enfermar, tememos engordar o perder peso, a pesar de que cada día vemos gente viviendo sin todo eso. Y sin embargo estamos llenos de tantos miedos, que aunque nos duele a veces no nos quejamos porque sabemos que en ocasiones las cosas pueden ser mucho peor de lo que creemos.  

Sin embargo tu vida es como la de los demás, en eso radican todos nuestros esfuerzos, vivir los mismos sentimientos que el resto, tener el mismo trabajo y ganar el mismo sueldo. Das las gracias por tener trabajo, aunque las horas que trabajes no se correspondan con tu sueldo, tu conciencia es el producto de tu educación y tu educación el subproducto del miedo.

¿Cómo evitarlo? Piensa siempre de una manera positiva y en cada movimiento que hagas no tendrás que detenerte a pensar. Sé sincero, pero como todo en la vida no abuses de la sinceridad. No esperes que dios te ayude, ayudalo a él para que te sea más fácil llegar. No digas te amo si no lo sientes, no juegues con los sentimientos de la gente, y no llores por llorar. Ten paciencia y aprende a disfrutar de la espera y si desesperas, cierra tus labios y verás que tras unos días  valió la pena esperar. No repitas lo mismo mil veces, porque después de un un tiempo te dejaran de escuchar, no hables por hablar. El pasado no existe o mejor dicho ya pasó, el futuro es una ilusión, y de todos los tiempos el presente es lo único que te pertenece. Así que vívelo, aprende, continúa y no esperes justicia divina, porque será a ti al único que castigará. La venganza nunca fue el camino y la violencia no trae la paz. No te esfuerces en demostrar que eres feliz, porque todos sabrán que no lo eres, aunque tus fotos en las redes sociales pretendan otra realidad. Tampoco te aferres a la tristeza, porque esa es una muestra fehaciente de temor e incapacidad.

Factor común en una mayoría de los seres humanos tener pares de piernas y brazos, temer al fracaso y criticar. Cada ser humano es diferente como su huella digital. Cada minuto es irrepetible e imposible de recuperar. Cada espacio en el que hayas compartido bellos momentos habrá sido y será cobijo para millones de personas más, pero dependerá de tu percepción que cada uno de esos bellos momentos deje en tu ADN esa huella de felicidad, y no será así si temes al fracaso y menos si estamos pendiente de lo que pueden decir los demás. Depende de ti que tus hijos lo puedan heredar.