sábado, 25 de junio de 2011

Malos momentos que me enseñaron a vivir, pero nada más.

Me he visto inmerso en mil situaciones en las que tomar cualquier decisión ha podido suponer un error. He hecho caso de mi instinto para resolver cada dilema y no he estado exento de la equivocación. Como todos los seres  vivos he apelado a mi instinto de conservación. Y aunque en la gran mayoría de casos no se tratase de un asunto de vida o muerte. Responder a los sinsabores de la vida a nuestra conveniencia también responde de de cierta manera a nuestro instinto de supervivencia y es algo que se remonta al egoísmo y a nuestra creación. Una buena razón por la que no siempre deberíamos aceptar, acatar, ni respetar la decisión de otros ni las reglas impuestas como si no tuviésemos criterio propio, como si los demás supieran a ciencia cierta lo que es para nosotros mejor.


Mi instinto de conservación no parece estar conectado con mis pies. No soy un animal que corra para salvarse y por esta razón ya me han llamado estúpido alguna vez. He visto a los escépticos recuperar su fe, he visto a los musulmanes comer cerdo y rezar después, he visto a los cristianos pegarles a su mujer, he visto hombres asesinar a otros hombres por una causa que nunca lo fue, he visto tantas cosas que nadie debería ver y muchos seguían normas y acataban ordenes sin cuestionar el origen y su razón de ser. 


No soy mejor ni peor no pongo en tela de juicio las creencias de nadie como tampoco su fe o condición. Soy un simple mortal para quien su conveniencia no es el primer factor. Me he tropezado mil veces por intentarlo y mil veces me he levantado entre el desaliento de los que intentan poner limites y barreras a donde me empuja mi condición. Estoy de vuelta por segunda vez de donde me dijeron que no llegaría la primera. Y a lo largo del camino me he ido dejando amigos y enemigos personas importantes en ambos lados de la vida que me han hecho ver el mismo suceso desde una perspectiva nueva. Gente común que forman parte de mi realidad camareros que son instituciones filosóficas, albañiles que son escuelas, gente que con sus virtudes y defectos me quieren y a los que quiero, gente de las que guardo buenos recuerdos porque los malos forman parte de esos momentos que me enseñaron a vivir, pero nada más.