martes, 1 de enero de 2013

Prólogo.

Borrador. Parte 1

Es de sabiduría popular que cada hombre que pretenda una rosa con la misma intensidad ha de pretender sus espinas. Que el dolor siempre toma partido de las cosas más importantes de nuestras vidas y que en amar no rige sabiduría alguna ni proporciona felicidad infinita. Es de sabiduría popular que hay ciertos momentos que nunca se olvidan y lo mismo con algunas personas, sobre todo a esas que consideramos poco común y hermosas, en casi todas sus formas y manías. Sin embargo puede y sólo digo puede que tanta belleza sea relativa. Puede que sean los peores momentos los que  lleven escondido muy dentro los mejores días. Y que todo el mal que nos pretenda, sólo en nuestras mentes more como algo irracional y de voluntad propia, aunque muy pobre y vacía. 

Por esta razón quisiera yo que comprendierais la naturaleza del ínclito personaje a quien a continuación les describo. Porque a veces parece que no fuera de este mundo, que se estuviere escondiendo de algún terrible final o que sus velas temieren al porvenir por culpa de las tempestades y el viento que de madrugada le asolan sin consuelo alguno. Sin embargo también quisiera que comprendierais que está muy después de todo eso, después incluso del fin del mundo y todos los tiempos. Y si osáis buscarlo es muy probable que lo podáis encontrar entre las nubes apuntalando el cielo, para que las estrellas  no caigan o para que no dejen de brillar nuestros deseos en el oscuro firmamento, para que en su mundo nada pierda sentido, para que todo el tiempo no sea perdido o puede que esté simplemente honrando a sus muertos. Y así podría seguir con miles de motivos y argumentos, inventándome pasiones para no sentir que cada día más que vivir va muriendo. A merced de un caprichoso tiempo que para el ha pasado tan deprisa, que no hubo de haber un dios entre tanto que le pudiere advertir o conceder el don de no errar o ser perfecto. En una forma tal que pudiere por todos los errores de su pasado ser absuelto.

Quisiera yo que comprendierais que el personaje de la historia que por contarles estoy , no cojea de tolerancia o razonamiento y vive con el apetito de amar cual niño que no deja grano de azúcar sobre la mesa sin importar modales, sin esconder el placer de saborear ese dulce momento. Haciendo de su historia, que a través de mí, él mismo cuenta. Una lengua casi litúrgica en el que la moratoria para alcanzar la divinidad de su alma roza lo eterno. Sólo movido por su sed de amar, su fuerza, sus ansias. Movido por su voluntad eterna de no tergiversar un sólo recuerdo, una sola palabra, que pudiere tener como único fin o propósito olvidar...  u olvidarla... Quisiera yo ocioso lector que más que juzgar a este ínclito personaje y cada  una de sus acciones, comprendierais todas las razones y cada una de sus palabras, con sus faltas o no.




Obra: Hombre escribiendo.
Artista plástico: Pablo Picasso.